Cada día me sorprendo más de hasta donde puede llegar una persona por figurar lo más alto posible en la clasificación. Hablo con compañeros de sufrimiento y saben con nombres y apellidos, quienes toman sustancias para mejorar el rendimiento que en una prueba darían positivo (y lejos de ocultarlo, se enorgullecen). Esas personas ganan carreras, van fuerte, son la imagen en la que se fijan otras personas de su entorno. Y aún así, son capaces de hipotecar su salud con el fin de mejorar décimas de segundo. No me gusta esta parte del deporte y por descontado, no me gusta esa gente que hace trampas. Mención aparte merecen aquellos que centrados en la envidia, blasfeman contra quienes mejoran, sin darse cuenta del esfuerzo que les ha llevado a esa evolución. Desde aquí, mi incondicional respeto por aquellos que se esfuerzan por conseguir su objetivo, eso sí, siempre que sean capaces de distinguir donde se encuentra la delgada línea que marca el límite entre sus posibilidades físicas y el engaño.
Por lo que a mí se refiere, después de la carrera del domingo y con el típico dolor de piernas, ayer tocaba un poco de relax. 30´ de elíptica y otros 40´ de pesas fortaleciendo el tren superior ocuparon la jornada deportiva. Va benne.
Fuerza y valor.
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