sábado, 3 de septiembre de 2011

APRENDIENDO A RESPETAR


Suena el despertador a las 7:30 porque media hora más tarde he quedado con mi vecino para salir a correr por el monte. En media hora estamos en el lugar de salida con la sana intención de rodar y no embarrarnos mucho después de la lluvia de ayer (que tanta falta nos hacía). Corremos y sufrimos. Subimos y bajamos. El ambiente es fresco y el olor a vegetación hace que en varias ocasiones nos alegremos de estar vivos.



A los 50 minutos ese olor se convierte en aroma de ascuas y el verde se torna gris. Hemos llegado a la zona 0 del incendio que hace aproximadamente un mes calcinó la zona sur de Atamaría, nos separamos levemente y en nuestro interior lloramos por el asesinato salvaje que algún inconsistente mental provocó como modo de repulsa por estar vivo (digo yo).



No hay derecho a que un caprichoso/a decida por cuál es el destino de un espacio natural tan bonito como exclusivo en esta zona. En fin, subimos a la Peña del Aguila donde el expolio se aprecia con mayor amplitud, y tras unas fotos para el recuerdo que ojalá no volvamos a hacer, volvemos por la zona verde de Atamaría hasta el punto de partida-llegada.



Ha sido un buen día, donde sin querer he aprendido una lección de esas que te enseña la vida si caminas con los oídos abiertos y la mente despejada de prejuicios. Han sido 14 km en 1 hora y 29´ (1.160 kcal) en una mañana fresca, bonita y con la compañía del mejor vecino que se puede tener.




Fuerza y valor.

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