Cuando la vida te trata bien, igual se puede caer en el error de no saber valorar que estamos sanos y que todo funciona con una normalidad digna de agradecer. Cuando esto ocurre, la mente está centrada para afrontar cada reto con solvencia. Sales un día y no te preocupas de si esto o aquello tendrá solución, ese día sales y disfrutas sufriendo, bien sea en bici, en el trabajo, en los estudios o corriendo. Ese día puede llover o hacer viento. Ese es tu día. No obstante, la ambición puede llevarnos a que una vez conseguidos un nivel de logros, no saborearlos sino fijar nuevos retos que nos provoquen con el paso del tiempo una desmotivación irreversible. Yo doy gracias porque tengo a los míos sanos, porque a mis hermanos les va bien y porque mis padres siguen con esas ganas de comerse el mundo que recuerdo desde siempre. Que por mucho tiempo esto dure, porque sé que tarde o temprano vendrán días difíciles. En esos días, al igual que ocurre cuando salimos en bici con viento de cara, nos tocará pedalear más unidos y más fuerte que nunca.
Fuerza y valor
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